Venezuela significa y representa tantas cosas que los venezolanos hemos lamentablemente "aprendido" a olvidar. Venezuela tiene muchos puntos de encuentro que nos unen a todos los venezolanos, incluso, a los que políticamente están distantes o totalmente opuestos, pero hemos dejado que el odio sembrado por unos y por otros, nos separe y nos divida de tal manera que hemos desdibujado la esencia de lo que es ser venezolano y esto ha llevado a muchos a apostar a la condena, ostracismo y, hasta la muerte, de los hermanos venezolanos que son adversarios políticos.
Desde el 23 de enero de 1958 han pasado ya casi 60 años y hoy 23 de enero de 2015, tal vez siendo una voz disidente debo expresar, como un simple ciudadano, que hoy no tenemos nada que celebrar, por el contrario, tenemos mucho que lamentar. Lamentar casi 60 años de una educación pública, primaria, media y diversificada hecha para crear y mantener un pueblo ignorante que ni siquiera es consciente de sus derechos humanos y sus deberes constitucionales; casi 60 años de corrupción generalizada gobierno tras gobierno, Presidente tras Presidente; casi 60 años de violaciones sistemáticas y generalizadas a los Derechos Humanos que hoy, con el actual régimen ha llegado ha su máxima expresión y degradación; casi 60 años donde -seamos claros- nunca hubo división de poderes, autonomía e independencia del Poder Judicial, del Ministerio Público, de la Controlaría General de la República y, mucho menos, del órgano electoral. Nunca borrare de mi mente las arbitrariedades que pude ver directamente cometer desde la Corte Suprema de Justicia en muchos juicios políticos, donde, precisamente podía yo constatar lo que sucedía en la Venezuela de aquél entonces.
Es un lugar común decir, los venezolanos no tenemos memoria de nuestra historia. Lamentablemente es cierto y por eso, creemos que antes éramos felices y que ahora hemos tocado fondo. Todo lo contrario, antes éramos, lo mismo que ahora, en general, un pueblo ignorante, capaz de dejarse llevar por el primer demagogo y encantador de serpientes que con un regular marketing político se proponía alcanzar el poder, antes nos conformábamos con lo que teníamos porque en realidad no aspirábamos a ser verdaderos ciudadanos capaces de ejercer con fuerza y determinación activa nuestros derechos y deberes políticos, al contrario, la máxima aspiración del venezolano, en general, siempre fue durante todos estos años, que el Estado nos resolviera los problemas, que el Estado nos diera aquello que no éramos, por flojera, falta de educación, ignorancia o comodidad. Por eso, por desgracia, el socialismo a calado tan fácilmente en muchos sectores de la población.
Desde el 23 de enero de 1958 nos acostumbramos a que el Estado nos tenía que resolver los problemas y los gobernantes hábilmente descuidaron la educación y el trabajo como lo valores principales a sembrar en nuestra sociedad, para ellos poder manejar al pueblo y a los ciudadanos, como una simple masa electoral.
Desde 1999 estamos recogiendo los frutos de esa siembra de anti-valores, incluyendo la anti-política, que fue el caldo de cultivo ideal para la llegada de un Socialismo de corte Autoritario, Militarista y Comunista que ha marcado a Venezuela en los últimos 15 años.
Todavía recuerdo cuando el 27 de febrero de 1989 (con el caracazo), la gente decía que, definitivamente, habíamos tocado fondo, no obstante, la historia y el tiempo siempre demuestra que en la política, así como en la vida, nunca se toca fondo, siempre se puede estar peor, para muestra: el lamentable presente de Venezuela y el incierto futuro de los venezolanos.
Venezuela está perdida y a la deriva, sin brújula, como un barco sin rumbo, como lo están muchos de los Venezolanos que la padecen y la sufren día a día, por una educación mediocre, por la falta de empleo y por una pobreza que prácticamente ha eliminado a la clase media o la ha reducido a su mínima expresión.
Venezuela se ha convertido en un país donde el pueblo se comporta como masa, no como un cuerpo de conciudadanos conscientes de sus derechos humanos y sus deberes constitucionales, capaces de luchar por sus derechos y con la responsabilidad suficiente de cumplir con sus deberes constitucionales.
Hoy 23 de enero de 2015 no hay nada que celebrar, pero si mucho que lamentar. Son casi 60 años de oportunidades perdidas, de proyectos inconclusos, de mala educación, de posicionamiento de los anti-valores ciudadanos como los parámetros de referencia de la actuación del Estado, de sus funcionarios y, lo más triste, de muchos venezolanos.
Hoy tenemos una supuesta revolución que nos ha impuesto un Socialismo al que pareciera se haberse acostumbrado la mayoría de los ciudadanos y, la "felicidad suprema", es conseguir los alimentos, productos de higiene personal y medicamentos que necesitamos. Con que facilidad se han adaptado la mayoría de los venezolanos a esta realidad y a esta degradación constante de su dignidad y de sus derechos.
Releyendo la historia pareciera que el 23 de enero solo fue un día en el que salimos de una sangrienta dictadura, para entrar en una degradante etapa que ha terminado, con el paso de los años y el permiso de muchos venezolanos y, en especial, de su pésima dirigencia política, en otra dictadura, esta vez, una dictadura moderna, disfrazada de democracia, donde no hay respeto a la Constitución, a los Derechos Humanos y a la División de Poderes y donde los militares son los que gobiernan, nuevamente Venezuela, como si esto, que alguna vez fue un verdadero país, fuera un cuartel en el que rige el estado general de sospecha que aplicaba Stalin en su atroz dictadura y donde se detiene a cualquier persona por solo expresar su opinión por una red social o por tomar una foto,
Yo he vivido solo 40 años de los casi 60 que han pasado desde aquel 23 de enero de 1958. A estas alturas de la vida ya no vivo de esperanzas ni ilusiones, ni lucho por la democracia, los Derechos Humanos y la libertad por vanas expectativas de que las cosas van a cambiar. Si a la historia me remito, muchas veces dudo de estar vivo para ver ese verdadero cambio. A estas alturas de la vida lucho por convicción y por que es mi deber ciudadano con Venezuela, con la Constitución y con los principios y valores que rigen mi actuación. Lo seguiré haciendo, pero tengo los pies sobre la tierra, estoy consciente de lo que es hoy Venezuela y de lo que es el Venezolano de hoy. Por eso y por ser 23 de enero de 2015 hago un alto para expresar estas palabras y seguir adelante en mi lucha democrática, como abogado, profesor, ciudadano, Defensor de la Constitución y de los Derechos Humanos, para decirles, hermanos venezolanos, hoy no tenemos nada que celebrar, si mucho que lamentar y muchísimo que reflexionar.
@JOSEVICENTEHARO
Profesor de la Universidad Católica Andrés Bello. Especialista en Derecho Constitucional, Derecho Administrativo y Ciencia Política. Defensor de Derechos Humanos.
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