viernes, 17 de abril de 2015

Sobre las amenazas de muerte en mi contra por defender presos políticos

"Si supiera que el mundo se acaba mañana, incluso hoy yo plantaría un árbol".

Martin Luther King 


Lamento tener que invertir tiempo en un asunto que no debería ser el principal, en el marco de mi labor como ciudadano, abogado, profesor y Defensor de Derechos Humanos. No obstante, las circunstancias, me han obligado a robarle tiempo al tiempo para redactar estas palabras por ser el responsable de un equipo y por tener depositada en mi, la confianza de los presos políticos que defiendo y la de sus familiares y seres queridos.

En los últimos meses y, especialmente, desde febrero 2015, mi equipo, la doctora Pierina Camposeo y mi persona, hemos recibido constantes y permanentes amenazas de muerte vía telefónica a través de números que aparecen en la pantalla de nuestros teléfonos como "numero oculto" o "numero privado". 

A ello se han sumado amenazas a través de imágenes y mensajes vía Twitter dirigidos directamente a mi con mensajes acompañados de lo mismo: amenazas de muerte con imágenes de fotos de lo que sería mi cadáver en la calle -bañado en sangre- así como de lo que sería mi cadáver en una de las salas de la morgue de bello monte, también bañado en sangre, imágenes que son, efectivamente, las de un cadáver y que sostienen, en esos mensajes, será mi cadáver pronto. Algunas de esas fotos -no todas las cuales conservo bajo resguardo- pueden verse en el TimeLine de mi Twitter @JOSEVICENTEHARO. Las cuentas Twitter desde las cuales fueron enviadas, fueron creadas para proferir las amenazas pero luego de las denuncias realizadas, fueron eliminadas por quienes las crearon para atacarme.

Por si fuera poco, a todo lo anterior se agregan los abordajes agresivos, físicos y personales de personas armadas y -cuidadosamente- ocultas tras varias maniobras (abordando por la espalda e intempestivamente) con la utilización intimidatoria y sobre el costado de armas en contra de mi colega Defensora de Derechos Humanos, Pierina Camposeo, así como contra mi persona: el mismo día, a la misma hora en dos sitios diferentes de la ciudad, todo coordinado, casualmente, el miércoles 15 de marzo de 2015, poco antes del mediodía. 

La amenaza es la misma y el motivo sigue siendo el mismo. Nos instan a abandonar las causas en las que defendemos gratuitamente -pro bono- a presos políticos que lamentablemente están privados de libertad con motivo de las manifestaciones y protestas que se sucedieron en Venezuela desde el 12 de febrero de 2014. 

Todo esto, reitero, lamentablemente debe alejar mi atención, por unos minutos, de lo importante, para redactar estas palabras que a este nivel me toca por abordar no sin antes recordar que si se trata de amenazas de muerte, todos los venezolanos tenemos inexorablemente una potencial y al azar, amenaza de muerte, proveniente del hampa y de la delincuencia que se cobra la vida de alrededor de 25.000 personas anualmente en nuestro país, por lo que no soy el único "honrado" -por decirlo irónicamente-, en tener una amenaza de muerte como una sombra que me persigue o persigue a mi equipo. A lo anterior se deben agregar las amenazas que, ya es un hecho público, notorio y comunicacional, hacen los colectivos armados a ciudadanos y personas que son atacadas por el simple hecho de expresarse políticamente en contra del régimen que gobierna actualmente Venezuela. En otras palabras, no soy el único venezolano que podría decir que corre el riesgo de terminar muerto en las calles de este país que alguna vez fue la sucursal del cielo.  

Nuestra Constitución, la de todos los venezolanos, establece el derecho humano que tiene toda persona, independientemente del tipo proceso administrativo o judicial que obre en su contra, de estar debidamente asistido de un abogado: Artículo "49.1 La defensa y la asistencia jurídica son derechos inviolables en todo estado y grado de la investigación y del proceso". En ese mismo artículo se establece el derecho humano a la presunción de inocencia que tiene toda persona, hasta que no se demuestre lo contrario por una sentencia definitiva y firme, luego de un proceso judicial que debe contar con todas las garantías propias de la defensa y del debido proceso, derechos humanos universales inherentes a toda persona. 

Por otra parte, nuestra Constitución establece claramente el Sistema de Justicia venezolano incluyendo dentro del mismo a los abogados. En su artículo 253 la Carta Magna indica que "...El sistema de justicia está constituido por el Tribunal Supremo de Justicia, los demás tribunales que determine la ley, el Ministerio Público, la Defensoría Pública, los órganos de investigación penal, los o las auxiliares y funcionarios o funcionarias de justicia, el sistema penitenciario, los medios alternativos de justicia, los ciudadanos o ciudadanas que participan en la administración de justicia conforme a la ley y los abogados autorizados o abogadas autorizadas para el ejercicio."

Con estas o con otras palabras lo que trato de expresar es claro: nuestra profesión de abogados y, más aún, de Defensores de Derechos Humanos, está amparada en la Constitución y forma parte clave de los Derechos Humanos reconocidos por ella y del Sistema de Justicia que la misma Carta Magna ha creado. Lamentablemente nuestra Constitución está tan devaluada y es tan violada constantemente que decir esto, lo obvio, ya parece toda una osadía especialmente cuando se le recuerda a los órganos de seguridad del Estado y me refiero a la policía, la PNB, el SEBIN, así como a los demás órganos policiales con los que, desde el 12 de febrero de 2014 me ha tocado lidiar cada vez que voy, con mi equipo, a visitar a nuestros defendidos, presos políticos, ciudadanos que tienen derecho a tener un abogado o abogados que los defiendan. 

Pero al parecer ya pedir que se cumpla y respete la Constitución en nuestro país es mucho exigir. Aquí se han aplastado por la fuerza del Estado muchos derechos humanos y en especial el derecho a la presunción de inocencia de mis defendidos: todos, en lugar de presumirse inocentes, se presumen culpables, hasta tanto logremos, a pesar de todo un sistema enfocado y parcializado en su contra, demostrar lo contrario y lograr su libertad. 

Lo mismo sucede con mi equipo, mi persona. No se parte de la base que estamos ejerciendo nuestra profesión y nuestra obligación como abogados y que somos parte del Sistema de Justicia previsto en la Constitución, sino, contrariamente, se asume que estamos haciendo una defensa que, por decir lo menos, es incomoda al régimen y especialmente a los órganos policiales y de inteligencia que yo, en lo particular, no he dudado ni dudaré en denunciar cuando han violado los derechos humanos de nuestros defendidos. 

Estoy consciente que para más de uno de esos órganos policiales y funcionarios es preferible alejarme por la fuerza de toda la causa y defensa de los Derechos Humanos que he mantenido por más de un año e, incluso, si fuere necesario para sus "objetivos", es preferible ejecutarnos y matarnos. No lo dudo. 

Sin embargo, yo tampoco tengo duda alguna que nada de esto que mi colega Pierina Camposeo, mi persona y los miembros de mi equipo hemos vivido, nos va a alejar de nuestro deber que como ciudadanos, venezolanos, abogados y Defensores de Derechos Humanos, tenemos y en lo cual seguiremos a pesar de las circunstancias y las fuertes amenazas. 

El régimen y sus colaboradores, colectivos, órganos de inteligencia y policiales tendrán entonces que respetar nuestro derecho o ejecutar sus amenazas que, en lo que a mi respeta, no me quitan el sueño, solo me han quitado tiempo y eso ya esa una perdida lamentable, porque el tiempo es el único bien escaso que nunca se recupera. 

Cuando era estudiante de derecho tenía un sueño: hacer justicia. Lo sigo teniendo, pero ya no es un sueño, ni una esperanza y mucho menos un deseo: es una convicción y una lucha inquebrantable en mi vida. Esencia de mi vida y profesión. Aunque sea utópico en este país, aunque parezca prácticamente imposible, aunque sea ahora muy arriesgado para mi vida y la de mi equipo. Reitero, seguiremos adelante. No vamos a claudicar, no vamos a ceder frente a las amenazas. 

Un país no se construye con amenazas, un país no se construye cediendo ante ellas. Un país no se construye con miedo y mucho menos con cobardía.

La justicia es un valor esencial en una sociedad, la justicia por la que hasta el mismo Jesucristo abogó, es una misión de vida, una creencia, una convicción y un norte como la linea del horizonte para quienes estudiamos derecho pensando, tal vez ilusamente, que en este país se podía hacer justicia. Por ello, no podemos traicionarla, sería traicionarnos a nosotros mismos, traicionar nuestra esencia como abogados. 

Agradezco de corazón a la comunidad de amigos en Twitter que sin conocerlos personalmente siempre han reaccionado con un apoyo solidario, firme y claro hacia nuestra labor. En especial, como cristiano que soy, valoro y agradezco las oraciones y bendiciones que recibo por esa vía. Son una gran motivación. 

También debo agradecer a un gremio que siempre he admirado con respeto y es sin duda el gremio ejemplo de solidaridad coraje y valentía: el gremio de los periodistas que siempre están allí pendientes de este tipo de casos y que además de reportar y hacer pública mis denuncias me han manifestado su respaldo y apoyo, como siempre. Ellos también sufren y han sufrido persecuciones por hacer su trabajo. Este gremio es un ejemplo de apoyo a sus miembros, situación que contrasta del gremio de los abogados del cual me siento, por decir lo menos, avergonzado, porque la cobardía y el miedo siempre los lleva a reaccionar de la misma manera: callar, pasar agachados. Cuando un colega huele a muerto prefieren esperar el cadáver pasar y guardar un cómplice silencio, el mismo silencio que guardan esas Universidades donde he dado clase pero que nunca se atreven a decir nada para cuidar sus individuales intereses. Menos mal que nunca he esperado nada ni del gremio de los abogados, ni de mis colegas profesores de derecho que prefieren esconderse en las aulas universitarias antes de salir a defender la Constitución y los Derechos Humanos de los cuales dan grandes clases magistrales, pero que, salvo contadas y honrosas excepciones, como si se tratara de una asunto meramente teórico, solo predican en las protegidas paredes de las aulas universitarias. 

En definitiva, a pesar de las circunstancias, mi mensaje sigue siendo el mismo, claro y meridiano:  Rendirse Nunca, Retroceder Jamás! 

@JOSEVICENTEHARO